Dr. Diego Alejandro
Molea
Prof. Titular de
Derecho Político
Facultad de Derecho
- UNLZ
Introducción a la materia
Hacer
una presentación de la materia es una gran oportunidad para despertar interés
en los temas propuestos, y permite describir la importancia de sus unidades en
la formación de un profesional del derecho. El motivo de que esta materia se
encuentre en el ingreso de la carrera es una demostración cabal de esa
importancia que, por supuesto, comparte con otras cinco materias que aspiran a
saldar ese salto entre el nivel medio y el grado universitario.
Específicamente, la presente propuesta académica se sustenta sobre dos
conceptos medulares.
Uno
de ellos es el sentido histórico, es
decir, el desarrollo cronológico de las “ideas políticas”, no para comprender
una evolución ordenada de autores sino, por el contrario, para discutirlas como
proceso y construcción histórica, que lleva al ser humano a debatir, a sufrir y
a luchar por esa conflictiva relación que se da entre quien ejerce el poder y
quien es objeto de esa relación de poder. En términos más cercanos, entre quien
gobierna y quien es gobernado.
El otro, es el estudio de los
conceptos, que para esta propuesta académica son los siguientes:
·
La
política.
·
El
Estado.
·
La
democracia.
·
El
gobierno.
·
Los
partidos políticos.
·
Las
elecciones y los sistemas electorales.
·
Las
instituciones de gobierno en la Argentina.
Para
el cumplimiento de estos dos objetivos se divide la bibliografía en obligatoria
y complementaria. La bibliografía obligatoria tiene por eje central el texto de
reciente publicación de los profesores Luis Aznar y Miguel De Luca[1],
que permite un tratamiento ordenado e interesante de los núcleos centrales de
la materia.
La
bibliografía complementaria permitirá trabajar en forma más detallada y
sencilla los temas de las distintas unidades. Con respecto al tratamiento de
las mismas hay que considerar los siguientes comentarios correspondientes a los
ítems arriba mencionados.
Contenido de las unidades
programáticas
Definición de lo político desde una perspectiva
académica. La política como actividad está presente diariamente en nuestras
vidas, sin embargo, ese tratamiento es insuficiente ya que la propuesta radica
en profundizar el estudio del funcionamiento institucional de la política,
definiendo el espacio de la misma y explicando el estrecho vínculo que existe
entre esta área del derecho y la ciencia política.
Historia
de las ideas políticas.
A partir de la comprensión del fenómeno político y del poder, estudiar algunos
aspectos medulares de los autores clásicos del Derecho Político. Es necesario comprender el modelo
democrático ateniense como un punto de partida obligado para la teoría política
occidental. Los dos autores más importantes han sido, sin duda, Platón y
Aristóteles, quienes, a su manera, intentaron proponer cuál era la forma más
satisfactoria y natural de organizar la vida social. Sus escritos han sido tan
seminales que todavía hoy el mundo académico sigue, en gran medida, alguna de
las dos tradiciones que ellos inauguraron: o los hombres se adaptan a las
mejores reglas de convivencia, o las reglas de convivencia se adaptan a los
hombres que existen.
Sin
necesidad de ser originales, el programa propone trabajar sobre la experiencia
de la polis ateniense y su medular concepto de ciudad-estado y también sobre el
irresistible repaso de la lectura de Maquiavelo[2]
acerca de la secularización de la política con el objetivo de entrar con
plenitud al mundo moderno con el contractualismo y el pensamiento liberal. Es
un valor importante de esta parte de la cursada trabajar con los textos de los
autores clásicos, evitando interpretaciones de terceros, con algunas
excepciones.
El Estado. Como futuros abogados, es
indispensable comprender qué es el Estado. Para esto ayudará mucho la materia
Derecho Constitucional, pero no hay duda de que el Derecho Político contribuye
en esa tarea. El programa desarrollará conceptos acerca de qué es el Estado,
cómo fue su evolución histórica, su formación en América latina, el desarrollo
de las teorías políticas que sustentan las diferentes configuraciones
estatales, la relación entre Estado y sociedad civil, y el contemporáneo
vínculo entre el Estado y la globalización. Con referencia a este tema se utilizarán
lecturas de Karl Marx[3]
y Max Weber[4] .
La democracia. Debemos empezar por
comprender el fenómeno de la representación política, sus implicancias y, por
supuesto, sus valores democráticos. A partir de esta descripción, avanzar en la
discusión en torno a los valores y principios democráticos que regulan nuestra
vida social, sin dejar de considerar los evidentes inconvenientes que la
democracia tiene como principio de gobierno en términos teóricos, y su
implementación, especialmente, en América Latina. Para comprender estos temas
está contemplado el uso del clásico texto de Bernard Manin[5]
acerca de los principios del gobierno representativo, un capítulo de Norbeto
Bobbio[6]
del libro El futuro de la democracia y el reciente artículo de María
Soledad Méndez Parnes y Juan Negri[7].
El gobierno. Como el espacio
institucional donde se articulan las relaciones de poder; cómo participan los
ciudadanos en un gobierno; el fenómeno de la gobernabilidad; las variantes
constitucionales de gobierno: presidencialismo, parlamentarismo y
semipresidencialismo; y también la necesidad de comprender el sistema judicial,
no como procedimiento sino como parte de un sistema de gobierno. El eje
bibliográfico lo desarrolla el texto de Mara Pegoraro y Florencia Zulcovsky[8].
Los partidos políticos. La evolución histórica de
los partidos políticos, su génesis y permanente transformación. Los partidos
políticos como estructuras de intermediación de intereses en las democracias
contemporáneas que funcionan bajo los principios de una economía capitalista.
Comprender cómo los partidos políticos organizan la competencia electoral, y
construyen la gobernabilidad del sistema. La bibliografía propuesta utiliza el
clásico e ineludible texto de Giovanni Sartori[9]
Partidos y Sistema de Partidos, y el reciente trabajo de Luciana
Cingolani[10].
Las elecciones y los sistemas
electorales.
El sufragio es un ejercicio que tiene infinidad de implicancias y
significaciones. Estas variantes están establecidas en los diferentes sistemas
electorales: la competitividad de las elecciones, sus reglas básicas, el
derecho de voto y la construcción de los padrones electorales, las
candidaturas, las campaña electorales y el financiamiento de la política;
cuestiones específicas de las elecciones como la revocatoria de mandatos,
plebiscito, referéndum e iniciativa popular. No podemos dejar de mencionar en
esta materia el texto del Dr. Miguel De Luca[11],
denominado Elecciones y sistemas electorales.
Las instituciones de gobierno
en Argentina.
El objetivo con el que se pretende cerrar la cursada es revisar algunos
aspectos del gobierno republicano, representativo y federal de la Argentina,
analizando cómo los marcos teóricos estudiados se plasman en algunos temas del
diseño constitucional argentino. El sistema presidencialista argentino, la
relación entre los tres poderes del Estado, el federalismo argentino, la
reforma constitucional de 1994, el control de constitucionalidad y el
funcionamiento del sistema judicial. La bibliografía se compone de textos de
análisis institucional como el de Jorge Mayer[12]
e Hipólito Orlando[13]
y con aspectos centrales de la Constitución Nacional elaborados por el Dr.
Walter Carnota[14].
Desarrollo de los ejes
centrales de la materia
Definición de lo Político
Esta
introducción se sustenta sobre la lectura de la unidad 1 de Sheldon Wolin[15]
y Norberto Bobbio[16]
en la que se reflexiona acerca de la
definición de lo político y su significado a lo largo de la historia. Si bien
la materia se desarrolla dentro del plan de estudios de la carrera de abogacía,
el tema de referencia tiene íntima relación con otras disciplinas, tales como
la ciencia política, la filosofía y la sociología.
La
definición de lo político requiere, por lo tanto, de esta mirada
interdisciplinaria porque no resiste a una concepción taxativa. Cada disciplina
hace su aporte: la filosofía profundiza en el área de la filosofía política con
un enorme contenido de los autores clásicos. Más cercano a este tiempo aparece
la sociología y, con posterioridad, la ciencia política; especialmente esta
última, para describir el fenómeno de las instituciones políticas, lo que se
denomina análisis institucional.
La
interrelación entre la política y la cuestión institucional expresa con
claridad las dificultades del proceso político, de la lucha política por la imposición
de intereses o criterios ideológicos, y de la estrecha relación entre orden
político e instituciones.
El
recorrido histórico que propone esta cátedra se concentra en las discusiones
entre los siglos XV y XIX, etapa en la que se abandona la visión teológica,
para situar el centro del análisis en la cuestión del poder y la autoridad como
un hecho absolutamente humano.
Según Maquiavelo[17]:
“Procure
pues, un príncipe conservar y mantener el Estado: los medios que emplee serán
siempre considerados honrosos y alabados por todos; porque el vulgo se deja
siempre coger por las apariencias y por el acierto de la cosa y en el mundo no
hay sino vulgo. Los pocos espíritus penetrantes no tiene lugar en el, cuando la
mayoría tiene donde apoyarse. Un príncipe de nuestros tiempos, al cual no está
bien nombrar, jamás predica otra cosa que paz y lealtad, y en cambio es enemigo
acérrimo de una y otra; si él las hubiera observado, muchas veces le habrían
quitado la reputación o el estado.”
(Maquiavelo, 1997: Cap. XVIII).
La
conservación del poder como elemento estructurador del orden político es un fin
trascendente para la acción política.
Mientras que, para Hobbes[18]:
“El
fin del Estado es, particularmente, la seguridad.
La
causa final, fin o designio de los hombres (que naturalmente aman la libertad y
el dominio sobre los demás) al introducir esta restricción sobre sí mismos (en
la que los vemos vivir formando Estados) es el cuidado de su propia
conservación y, por añadidura, el logro de una vida más armónica; es decir, el
deseo de abandonar esa miserable condición de guerra que, tal como hemos
manifestado, es consecuencia necesaria de las pasiones naturales de los
hombres, cuando no existe poder visible que los tenga a raya y los sujete, por
temor al castigo, a la realización de sus pactos y a la observancia de las
leyes de naturaleza establecidas en los capítulos XIV y XV. (...)
Los
pactos que no descansan en la espada no son más que palabras, sin fuerza para
proteger al hombre, en modo alguno. Por consiguiente, a pesar de las leyes de
naturaleza (que cada uno observa cuando tiene la voluntad de observarlas,
cuando puede hacerlo de modo seguro) si no se ha instituido un poder o no es
suficientemente grande para nuestra seguridad, cada uno fiará tan sólo, y podrá
hacerlo legalmente, sobre su propia fuerza y maña, para protegerse contra los
demás hombres.”
(Hobbes, 1998:
Cap XVII)
Este
pacto es la única posibilidad para salir del estado de naturaleza, en el cual
“el hombre es el lobo del hombre”, por lo tanto la superación de esa condición
solo es posible a través de un estado absolutista.
Con Locke[19]
aparece una visión distinta del estado de naturaleza:
“3.
1. 3. De las finalidades de la Sociedad Política y del Gobierno (Capítulo IX)
(…)123.
Si el hombre en su estado de naturaleza tan libre es como se dijo, si es señor
absoluto de su persona y posesiones, igual a los mayores y por nadie subyugado,
¿por qué irá a abandonar su libertad y ese imperio, y se someterá al dominio y
dirección de cualquier otro poder? Pero eso tiene obvia respuesta, pues aunque
en el estado de naturaleza le valiera tal derecho, resultaba su goce y
seguidamente expuesto a que lo invadieran los demás; porque siendo todos tan
reyes como él y cada hombre su parejo, y la mayor parte observadores no
estrictos de la justicia y equidad el disfrute de bienes en ese estado es muy
inestable, en zozobra. Ello le hace desear el abandono de una condición que,
aunque libre, llena está de temores y continuados peligros; y no sin razón
busca y se une en sociedad con otros ya reunidos, o afanosos de hacerlo para
esa mutua preservación de sus vidas, libertades y haciendas, a que doy el
nombre general de propiedad.”
El
pensamiento liberal en Locke se sustenta sobre la libertad individual, cuyo
desarrollo es el que permite la construcción del bien común, aspecto a proteger
en el Tratado para un gobierno civil.
Pero,
siguiendo la lógica contractualista surge el pensamiento de Rousseau[20],
quien invierte la descripción al plantear un estado de naturaleza de plena
convivencia y al impulsar un Contrato social que exprese y recupere esos
valores en un nuevo pacto profundamente democrático.
4. 1. 2. Del Pacto Social (Libro I -
Capítulo VI)
“(…)
Ahora bien, como los hombres no pueden engendrar nuevas fuerzas, sino solamente
unir y dirigir las que existen, no tienen otro medio de conservación que el de
formar por agregación una suma de fuerzas capaz de sobrepujar la resistencia,
de ponerlas en juego con un solo fin y de hacerlas obrar unidas y de
conformidad.(…)
"Encontrar
una forma de asociación que defienda y proteja con la fuerza común la persona y
los bienes de cada asociado, y por la cual cada uno, uniéndose a todos, no
obedezca sino a sí mismo y permanezca tan libre como antes." Tal es el
problema fundamental cuya solución da el Contrato social.
Las
cláusulas de este contrato están de tal suerte determinadas por la naturaleza
del acto, que la menor modificación las haría inútiles y sin efecto; de manera,
que, aunque no hayan sido jamás formalmente enunciadas, son en todas partes las
mismas y han sido en todas partes tácitamente reconocidas y admitidas, hasta
tanto que, violado el pacto social, cada cual recobra sus primitivos derechos y
recupera su libertad natural, al perder la convencional por la cual había
renunciado a la primera.
Estas
cláusulas, bien estudiadas, se reducen a una sola, a saber: la enajenación
total de cada asociado con todos sus derechos a la comunidad entera, porque,
primeramente, dándose por completo cada uno de los asociados, la condición es
igual para todos; y siendo igual, ninguno tiene interés en hacerla onerosa para
los demás.”
El
legado contractualista se ve reformulado a partir de las experiencias del siglo
XIX, que en plena consolidación capitalista tiene dos grandes momentos de
análisis acerca del Estado, el legado marxista y el weberiano.
Para
Karl Marx[21], “El Estado burgués como dominio de clase. El condicionamiento de la
superestructura política por parte de la estructura económica, o lo que es lo
mismo la dependencia del estado de la sociedad civil, se manifiesta en el hecho
de que ésta es el lugar donde se forman las clases sociales y se revelan los
antagonismos, y el estado es el aparato, o el conjunto de los aparatos, de los
cuales el determinante es el aparato represivo (el uso de la fuerza
monopolizada), cuya función principal es, por lo menos en general, y por lo
tanto salvo casos excepcionales, impedir que el antagonismo degenere en lucha
perpetua (que sería un retorno puro y simple al estado de naturaleza), no ya
mediando los intereses de las clases contrapuestas sino reforzando, es decir
contribuyendo a mantener, el dominio de la clase dominante sobre la clase
dominada.”
Mientras
exista un Estado hay dominio, mientras hay dominio hay injusticia, y no es
posible la emancipación humana. La ruptura de este dominio de clase que se
produce en la sociedad capitalista debe darse, para el autor, por medio de una
lucha armada que con su triunfo transite hacia una sociedad de iguales, una
sociedad sin Estado.
El
recorrido planteado por Max Weber[22]
es el de colocar al Estado en un rol fundamental para la consolidación del
capitalismo. Ese Estado moderno debe contener una estructura burocrática, que
con características de verticalidad, eficiencia y estabilidad, le brinden las
condiciones necesarias para el desarrollo de la fase industrial del capitalismo
de fines del siglo XX.
“El Estado es aquella
comunidad humana que en el interior de
un determinado territorio –el concepto del “territorio” es esencial a la
definición- reclama para sí (con éxito) el monopolio de la coacción física
legítima. Porque lo específico de la actualidad es que a las demás asociaciones
o personas individuales sólo se les concede el derecho de la coacción física en
la medida en que el Estado lo permite. Éste se considera, pues, como fuente
única del “derecho” de coacción.”
Este
recorrido histórico permite comprender algunos de los ejes centrales del debate
político. No es necesario aclarar que esta selección fue pensada para una
cursada cuatrimestral y que es evidente que ha dejado fuera de la bibliografía
a autores de enorme aporte para la teoría política. De todas maneras, con la
aclaración precedente, es posible articular con esta selección cómo la teoría
política va profundizando su debate sobre la necesidad del orden como principio
regulador de la vida social.
En
este recorrido, y siguiendo el argumento de Sheldon Wolin[23],
existe una tradición histórica de la filosofía política, tomando como
herramienta la indagación que tiene como problemática central las relaciones
entre gobernantes y gobernados y el vínculo entre el orden y el ejercicio de la
autoridad. Dicha problemática sigue vigente, con agenda abierta y con
respuestas múltiples. Al no haber una respuesta correcta y única, se demuestra
que el objeto de estudio es amplio y desconcertante.
Sin
embargo, luego del repaso de estos autores clásicos es necesario definir con
claridad cuales son los atributos que definen al estado en la modernidad.
Estado Moderno
La
modernidad como proceso de secularización y reivindicación del individuo,
frente a la concepción medieval, irrumpe como catalizador de distintas
variables a partir de los siglos XV y XVI, poniendo el centro del debate en el
nuevo orden político y, muy especialmente, en las condiciones de su
legitimidad.
Surge
por definición que si estos cambios se inician en el 1500, Europa se vuelve
definitivamente moderna en los siglos XVIII y XIX, como resultado de cambios,
crisis, revoluciones y guerras, que finalizan con el triunfo del capitalismo
como modelo de producción dominante, con su contraparte política de reemplazo
de las monarquías absolutistas por repúblicas liberales o monarquías
constitucionales.
La
amplitud del fenómeno se extiende hacia la producción científica y el arte,
redefiniendo la forma de comprender el mundo y el rol del ser humano en ese
contexto. El comercio desempeña una tarea central que desplaza la preocupación
económica de la tierra hacia el intercambio de bienes y servicios; este primer
elemento será la base del despegue industrial.
No
es difícil comprender las características de la industrialización a partir del
sideral aumento de la producción y del intercambio de bienes que se realizan
por medio de la navegación, al incorporar paulatinamente las colonias al
comercio internacional.
Ese dato económico requiere de un
correlato político ya que es obvio que la vieja estructura feudal no pudo
resolver el nuevo fenómeno económico, y por lo tanto, se rediscute el diseño
institucional. El pensamiento creador y potenciador de las construcciones estatales
es extraordinario, en Europa y en América y comprende:
·
La
expansión industrial y comercial británica.
·
La
Revolución Francesa (1789).
·
El
debate alemán y la hegemonía prusiana.
·
La
declaración de la independencia de los Estados Unidos (1776) y la constitución
de Filadelfia (1787).
·
La
cuestión independentista en América Latina.
Estos
procesos extraordinariamente creativos ponen en claro cuáles son las
condiciones sobre las que debe diseñarse y construirse el escenario político.
Entre los aspectos aglutinantes, se puede mencionar la construcción de los
estados nacionales, con concentración y centralización de la autoridad en un
territorio claramente determinado. La inmensidad de conflictos regionales
subsiste y es parte de una condición de todo el siglo XIX, con las
especificidades y particularidades de cada caso.
Surge
la clara diferenciación entre el espacio público y el privado. La separación
planteada por Michael Walzer[24],
en el sentido de ser la primera oportunidad en la historia de la humanidad de
permitir el claro reconocimiento por parte del Estado a los individuos como
miembros de la sociedad y como actores capaces de tomar decisiones políticas.
La autonomía de pensamiento y de construcción de un espíritu crítico en los
sectores ilustrados significa un cambio de época.
La
construcción de espacios institucionales autónomos constituye el elemento
central del pensamiento liberal. La aparición de la denominada esfera pública,
adjetivada como burguesa, es la oportunidad que encuentran los sectores ilustrados
de producir debates cuya regla central es el uso de la razón. Las diferencias
que verdaderamente existían solo pueden ser resueltas en la medida en que todos
los actores acepten esa regla.
A
partir de este momento histórico interesa indagar en la cuestiones vinculadas a
la teoría política, con especial referencia a quienes son parte integrante de
una misma comunidad, en un sentido más contemporáneo a las cosas del Estado.
Al
definir cosas del Estado es importante identificar las distintas posibilidades
de estudio que esta dimensión ofrece: la historia de la ideas políticas, el
estudio comparado de distintos modelos teóricos, los diseños institucionales de
cada caso, el comportamiento de los ciudadanos, las políticas públicas
implementadas y la relación entre los estados nacionales.
Por
el hecho de pensar desde una cátedra de la Facultad de Derecho, existe un sesgo
razonable hacia los temas específicos del Estado, partiendo del razonamiento de
quien detenta la responsabilidad de producir el ordenamiento de la sociedad y
comprendiendo el fenómeno político ya que la política interactúa desde el
Estado y hacia el Estado.
Pensando
en que la política también es acción hacia el Estado, no solo en términos de
demanda, sino también como objetivo de la lucha por el poder, la sociedad es
parte activa de ese proceso en toda circunstancia. Al hacer referencia a esta
situación es posible pensar la acción ciudadana desde múltiples experiencias.
Es importante esta aclaración porque pareciera que la política, y mucho más
específicamente la acción ciudadana pertenecen solo a las experiencias
democráticas. Lamentablemente, el proceso político es parte de situaciones
mucho más extensas. Tanto en experiencias autoritarias, como totalitarias, la
política está decididamente presente, y por supuesto también existen allí
acciones ciudadanas, tanto la aprobación y/o aceptación, como la resistencia,
inherentes a esas condiciones.
Justamente
el Derecho Político debe dar cuenta de que esa relación institucional no es tan
armoniosa y que está plagada de dificultades, tal como lo expresan los
innumerables quiebres del orden político.
Desconocer
entonces esas condiciones sería no comprender la totalidad del fenómeno
político. Para nuestro estudio, toda interacción dentro de un marco
institucional merece ser considerada. Razones sobran para abundar acerca de
nuestra principal preocupación, las condiciones de interacción dentro del
estado-nación. No es un problema de méritos o prioridades, simplemente afirma
que en el mundo contemporáneo, y desde la modernidad, el estado-nación ha sido
el eje central del análisis político.
Para
avanzar en una primera conclusión, el Estado moderno ha podido garantizar el
ordenamiento jurídico para articular con las exigencias de la dinámica de la sociedad
capitalista, articulación que con sus dificultades y modificaciones tiene plena
vigencia en el mundo contemporáneo.
Conclusión
Específicamente
es el Derecho Político quien posa su preocupación en las instituciones
jurídicas que dan sustento a los distintos ordenes políticos y sus prácticas
institucionales. El funcionamiento institucional define el espacio de la
política fijando reglas y procedimientos que delimitan la relación entre quien
gobierna y quien es gobernado. Esa relación está imbuida por la continuidad del
orden y/o su ruptura, ya que la condición de crisis tiende a generar nuevas
perspectivas a la política. La teoría política expresa una vocación constante
por mantener el orden, o buscar nuevas herramientas teóricas que permitan
reconstruir la estabilidad y el equilibrio en una sociedad.
Insistiendo en los argumentos de Sheldon Wolin
(Wolin: 1993), uno de los logros de la filosofía política es la existencia de
un vocabulario propio y específico, que si bien es compartido con otras disciplinas,
permite dar un marco apropiado a la discusión.
Como
los matemáticos y los físicos emplean definiciones y categorías especificas, el
lenguaje teórico-político tiene sus propias peculiaridades. Esta condición
permite una evolución importante, no da garantía a predicciones exactas,
situación que no inhibe el crecimiento y el desarrollo de la disciplina que,
por cierto, ha hecho y sigue haciendo esfuerzos por predecir cuestiones
vinculadas a los procesos políticos. Esta afirmación además se sostiene por la
propia acción de la política; toda legislación intenta moldear las conductas
futuras de los actores involucrados y con mayor énfasis cuando la política
describe utopías con un impulso arquitectónico del diseño político.
La
innovación en la teoría política no es necesariamente una ruptura con el pasado
sino es, en muchas ocasiones, una descripción ordenada y más profunda de
conceptos preexistentes; de hecho se hallan reinterpretaciones de argumentos
que renuevan la búsqueda de soluciones a los problemas de la teoría.
En
este recorrido se intentan rescatar los grandes debates históricos para pensar
cuáles pueden ser los aspectos a reconsiderar desde la teoría política frente a
los desafíos contemporáneos, es decir, a las preocupaciones del Derecho y sus instituciones.
Material
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Editorial Porrua, México, 1987. Libro 1, capítulo 6, pág. 9.
[21] Bobbio Norberto y otros, Diccionario de Ciencia
Política, editorial Siglo XXI, México, 1998. Páginas 939.
[22] Weber, Max, Economía y Sociedad, Fondo de Cultura
Económica, México, 1987. Segunda Parte, capítulo IX, páginas 1056.
[23] Wolin, Sheldon S., Política y Perspectiva,
Amorrortu editores, Buenos Aires, Argentina, 1993. Capítulo 1.
[24]
Walzer,
Michael, El liberalismo y el arte de la separación, en Revista Opciones, Nro. 16, 1989.